Derecho, legalidad
y civilización.
Derecho y Moral
La
principal diferencia entre el índice de bienestar alcanzado por dos pueblos
hermanos como Israel y Palestina, es que en el derecho judío no queda ni rastro
de la Torá. En el estado de Israel ya no existen los delitos de lesa majestad.
Los crímenes sin víctima fueron expurgados del sistema, el gay pride de Jerusalén es uno de los más populares del mundo, no
quedan en su moderna jurisprudencia coartadas para mártires que pretendan
inmolarse en una plaza pública llena de niños y mujeres, ni herejes a los que
haya que ajusticiar bajo amenaza de algún principio divino. El derecho
palestino, en cambio, es una interpretación más o menos sui géneris del Corán.
Despojado de su aura romántica de revolucionario, el palestino no es otra cosa
que un pobre analfabeto atrapado en su miseria sobrevenida de la propia
incapacidad de sus gobernantes para comprender el progreso. En palabras del profesor
Escohotado: ‘Cívico es reducir lo obligatorio a mínimos, vedando el acceso a
las magistraturas de quienes pretendan lo contrario’.
El
problema de las políticas de género, como el de cualquier otro mesianismo, es
que se pretende legislar un mundo ideal sin atender a la realidad. Huelga decir,
que desde aquí condeno cualquier tipo de violencia. La violencia adquiere
muchas formas y es siempre injustificable por muy nobles que sean los objetivos
que se pretendan alcanzar. La violencia es el recurso de los incapaces para
imponer sus argumentos, y es la respuesta de los resentidos ante cualquier
agresión u ofensa. Cabe apuntar, que me repugna especialmente la ejercida desde
posiciones de privilegio, o por los poderosos sobre los débiles e indefensos, y
que creo justificable la especial protección de estos grupos o minorías previsto
en nuestro sistema legal. Toda esta reflexión inicial no es óbice para señalar
que la situación de la justicia en España es lamentable y que la realidad de
muchos hombres y mujeres se reduce a acatar bajo la más absoluta incredulidad
el pasmo y la resignación, las decisiones que emanan de nuestros juzgados,
donde imperan criterios falaces y delirantes, interpretaciones aberrantes,
consumando la indefensión y la discriminación y el prejuicio por razones de
género. Todo esto mientras vemos a políticos corruptos de todo signo,
secesionistas, golpistas y nacionalistas, cobrando pensiones del erario
público. Para más inri, el señor Urdangarín anda de vacaciones por ahí en las
playas exóticas de Islas Mauricio y está planificando la estancia familiar
navideña en el exilio nevado de Saint Moritz.
Se
nos pide respeto por las decisiones judiciales y que las valoremos por su rigor
e independencia. Ahora bien, creo que la ley debe reflejar usos y costumbres de
nuestra época, más que tratar de imponer un modelo ideológico a la sociedad. Como
ejemplo resplandeciente de este fenómeno apareció la LIVG, que es una ideología
política revestida de jurisprudencia. La Ley Integral de Violencia de Género
fue redactada por un marxista confeso y es heredera de la dialéctica posmoderna
más hueca y abstrusa. Como toda planificación sectaria, la LIVG es una
herramienta de ingeniería social diseñada para un último propósito, adoctrinar
y dirigir votantes hacia el propio redil. Encierra un sistema muy sofisticado
de organización mesiánica que promueve la dialéctica de la discriminación
positiva, que pretende controlar las universidades y las escuelas públicas de
este país (incubadoras del pensamiento crítico), y nace por oposición a la
libertad y al derecho individual. La LIVG no ha servido para corregir un
problema de base, como demuestran todas las estadísticas disponibles, y sí para
criminalizar a un conjunto muy amplio de varones. Quizá en su origen incluyera
cierta nobleza de causa pero el resultado ha sido bochornoso y lamentable para
cientos de miles de hombres y sus familias. Una ley que ahonda en el cisma que
se produce tras una separación, que genera frustración, que es discriminatoria,
que humilla sin necesidad, que no sirve para reparar ni resarcir, y que se
administra sin ecuanimidad ni rigor, solo puede engendrar más violencia.
A
pesar del panorama desalentador de nuestra justicia, donde se vive un auténtico
esperpento diario en torno a los juzgados de familia, con un mecanismo que se
encarga de ultrajar y violentar los derechos de miles de hombres de este país,
a pesar de la vergonzosa zozobra que produce el hedor pestilente de una
justicia putrefacta, digo, me alegro de que no todos los jueces de este país
hayan perdido por completo la cabeza. Hemos visto recientemente como raptar a
los hijos es una forma de violencia inaceptable, provenga de donde provenga. A
la suma de mentiras, falacias, mercadeos, y violencia verbal y psicológica a la
que nos exponemos, hay que sumarle ahora otro peligroso precedente, que ya a
estas horas no es precedente sino antecedente, ya que acabamos de conocer la
espontánea denuncia de casos de abducción de los hijos por parte de madres
despechadas. A la señora Rivas y a otras les ofrezco mi solidaridad y mi
comprensión, le puedo desear también que se resuelva de manera favorable el
litigio que mantiene con su exmarido, se lo deseo por el bien de sus dos hijos.
Empatizo con cualquier persona que haya sufrido y que se encuentre en una
situación de desesperanza, pero no puedo justificar en ningún caso su
respuesta. Si este caso hubiese sido al revés, se habría organizado una caza al
hombre a nivel nacional contra el padre, se le acusaría de haber raptado a los
hijos y se le habría crucificado en los medios de comunicación. Sin duda,
tendría muy difícil volver a recuperar cualquier atisbo de custodia sobre los
menores, e incluso tendría bastante complicado volver a verlos después de salir
de cárcel. A todas las personas responsables de haber vertido graves
acusaciones en contra del padre se les debería caer la cara de vergüenza, pero
ya que en este país la vergüenza brilla por su ausencia, es la justicia la que
debería entrar de oficio contra estos agitadores profesionales, obligándolos a
pagar cuantiosas multas y a resarcir moralmente a las víctimas de su violencia
verbal, especialmente aquellas que ostentan cargos públicos. A la señora Rivas,
doña Juana, yo no la tengo en mi casa ni tampoco la espero. Lo que sí me
gustaría es que recayera sobre ella todo el peso de la ley para castigar esta
forma de violencia contra el padre de sus hijos, de manera ejemplar, justa y
proporcionada.
Es,
de la misma forma ridículo, el juicio moral a Cristiano Ronaldo por su supuesto
fraude a hacienda. Lo que parece una simple disparidad de criterio a la hora de
declarar unos derechos de imagen que no ha supuesto nunca ningún problema en
ningún país civilizado, viene avalado como fraude por la fiscalía y llega a
manos de una juez que atisba causa de delito inducida a ese extremo por los
técnicos de hacienda y por la propia fiscalía, que decidió denunciar el caso a
última hora. A Ronaldo le juzgará una juez que no tiene ni la más remota idea
de fiscalidad, de lo que es la fiscalidad regresiva está completamente in albis, como se pudo demostrar en las
imágenes filtradas a la prensa, y carece de cualquier formación sobre finanzas
más allá de, supongo, una buena voluntad de información, y sus propios
pensamientos sobre el tema de los impuestos. A Ronaldo le espera un escarmiento
ejemplar, empujado al abismo cual rito sacrificial por una ralea de
funcionarios analfabetos, pero ese no es su mayor problema, sino que debe
asimilar que se le ha señalado y condenado por la opinión pública, señalado
como defraudador, alentando así la respuesta de revanchistas y rencorosos a
partes iguales en el país del milenario cainismo. Filtrada al mundo su
declaración, en lo que supone un tráfico bochornoso de imágenes privadas
probablemente perpetrado por aquellos que deben administrar justicia, pudimos
escuchar horrorizados la intervención del ministerio fiscal: “Si hacienda le
pide 14.5M€ es que algo habrá” y la primera intervención de la juez: “Usted
está aquí y estaría aquí aunque se llamase Pepito Pérez” Si estos son los
argumentos para un debido proceso, que dios nos coja confesados. Instigado por
chivatos y tontos progres, exacerbado por el buenismo imperante de la calle y
la demagogia par excellence de unos
medios de comunicación totalmente entregados a sus intereses particulares, en
España ha triunfado una especie de funcionariado ramplón y corrompido por la
envidia. No puedo más que augurarle al futbolista un expolio astronómico de su
patrimonio y de las rentas percibidas en buena lid por su destreza como
deportista y por la comercialización de su imagen profesional.
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