Carta a mi hija

The world breaks everyone and afterward many are strong at the broken places. But those that will not break it kills. It kills the very good and the very gentle and the very brave impartially. If you are none of these you can be sure it will kill you too but there will be no special hurry. Ernest Hemingway

Querida hija mía:

La única fuente de humildad es el conocimiento, pues siempre te permitirá seguir aprendiendo. Inagotable y accesible para todos, nunca dejará que se te colme la boca de palabras sin significado, que se te llene el horizonte de sinsentidos.

Escribo esto, desde el convencimiento que me dan tantos años vividos con atención, esmero, dedicación, e intensidad en la búsqueda del conocimiento. Lo primero que supe fue que jamás aprendería todo lo que quería saber, y que mi aprendizaje, por variado, sería bastante inespecífico en muchas materias. Esto te da una buena medida de lo que somos como especie, y también una idea clara de la gratitud que le debemos a nuestros numerosos predecesores. Estudia siempre con ilusión las fuentes primarias del saber. Nunca tomes atajos ni quieras aparentar más de lo que sabes. Llegará un día en el que, apreciarás de verdad que alguien te enseñe algo nuevo, que te aporte una visión distinta, fresca, original de la vida. Revísala siempre y pásala por el tamiz de tu experiencia. Nunca des nada por sentado y consulta tus mejores fuentes para contrastar la información con verdadera documentación. Conocer es el trabajo más difícil, pero te aseguro que es el más satisfactorio. Ve a lo profundo, al meollo del asunto, pero nunca abandones las aguas claras de tu pensamiento. Ir a fondo no significa tener que revolcarse en el barro ni nadar en la ciénaga. Elige aguas tranquilas, transparentes y compañeros interesantes para tu natación diaria en el lago de la sabiduría. 

¿Sabes qué, cariño? Ahora que el pulso del tiempo se ha hecho más ligero y me doy cuenta de que mi mera existencia carece de cualquier valor intrínseco, enfrento los días con renovada serenidad, buscando aprovisionarme de coraje y de fundamentos para regalarte un presente mejor. Hete aquí que extraje algunas conclusiones que son útiles a largo plazo y pueden ser de tu interés. Quiero que sepas que todos somos el mismo hombre y la misma mujer. Todos miramos con asombro las estrellas en la oscuridad de la noche, todos nos maravillamos por la claridad de la luz contra el azul del cielo. Todos respiramos el mismo aire, y todos queremos un futuro mejor para nuestros hijos. Esta es nuestra lógica, nuestra historia común y la huella que dejaremos. Lo que nos define realmente es cómo tratamos al prójimo y cómo nos gustaría que el mundo nos tratase a nosotros. Nuestra labor es cuidar el entorno para que parezca un lugar menos inhóspito. Así que, cuando decidas qué quieres hacer y cómo quieres vivir tu vida, hazlo con agradecimiento, no como el sapo común de la charca o como una tele princesa analfabeta, nunca como el suplicante. Piénsalo. Vive para mejorar las cosas, para aprender y para disfrutar de manera consciente, porque así nos haces a todos algo más respetables. Recuerda que el ignoramus nos insulta y nos mancilla a todos en nuestra condición compartida de seres humanos. Esto, aunque tú debas vivir sin rencor y sin odio alguno, los convierte en tus enemigos, y a mí en tu aliado para combatirlos. Pudiendo elegir, cada uno en un bando y con nuestro estandarte, recuerda que tu actitud durante la batalla te define, y que predispone a las demás personas valiosas para acercarse. Entonces, tú, querida hija mía, serás libre para tomar decisiones. Libre, y tu conducta permanecerá siendo digna, íntegra, distinguida, por muchas ofertas deshonestas que escuches. Esto no lo debes olvidar ni un instante. 

Te quiero con toda mi vida. Tu padre. 

En Las Palmas de Gran Canaria a 14 de agosto de 2018.

Heber Martín




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