Elogio de mi abuelo

De mi abuelo Manolo, recordaré siempre una fijeza en el carácter que le hizo indispensable. Eso, y sus enormes manos, de una suavidad inusitada para alguien que se dedicó toda la vida a trabajar sin descanso. Hijo, hermano, empresario, padre, abuelo, bisabuelo, amigo para muchos de los que están aquí presentes. Aprendí, que un hombre limpia sus zapatos por las mañanas porque durante horas se ha fajado en el barro. De peón o de capataz, es el mismo hombre cuando limpia sus zapatos. Entendí, cómo una persona amable da de comer a su perro lo mismo que él come, sin hacer alarde de nada, y sabiendo que al mismo tiempo y por eso, es el amo de ese pequeño mundo de detalles. En cada momento capaz de conciliar la broma amable y un temperamento humilde, con el criterio indomable de quien es un líder de nacimiento. Empezó a labrar la tierra porque apretaba el hambre, en la finca del Lomo Chico, junto a dos o tres amigos que apenas rayaban la adolescencia. No hay mejor razón de vida que la de querer dejar de pasar hambre para comer todos los días. Porque como tú decías, burro cargao busca camino.

 Cuando una piel curtida por el viento asoma por el horizonte cargando fruta para venderla en la otra punta del camino, trae promesas de bienaventuranza a las mujeres que lavan la ropa en las acequias del puente. Empezó con un burro, aunque tuvo una dignidad y un porte en su figura, más propias del cine del oeste que tanto amaba, imitada quizá, de la inconmensurable estatua de John Wayne en aquellos planos de Centauros del Desierto, del genial John Ford. La película de aquellos tiempos era trajinar de sol a sol por unos duros de millo. La suerte, esquiva a casi todos, en lid cerrada por la supervivencia, les traería luego un matrimonio con hijos y otras bondades. Él no habría aprobado esta barba desaliñada, ni mucho menos lidiando esta suerte. La llevo porque en Grecia me enseñaron que servía para guardar un luto cerrado. Respeto reservado a la desaparición de algún hombre insigne, declinado en palabras mayores. Aunque mis palabras no pueden hacerle justicia. Se revelaba contra el fracaso de propios y ajenos con una furia propia de Titanes. Cabal, infatigable, sencillo, dirigente, y, sobre todo, buena persona. Su ejemplo, su legado, su impronta, ha quedado marcada entre nosotros a fuego. La nobleza y el valor de su palabra, sus acciones, el cumplimiento de nuestras obligaciones, las promesas que él nos procuró. Sigue viviendo su vida en un aparte, con la generosidad de quien no supo nunca arredrarse con las manos ni con las ganas de conquistarte. Manolo, mi abuelo, me abrió las puertas del orbe, y me ha vestido de bonito en esta ocasión para devolverle algo de promisión y gratitud, como él se la entregó a tantos paisanos de esta Atalaya. Abuelo, tu figura desaparece bajo este sol, heráldica y tribuna para nuestra familia. Tu fuerza nos guía. Te llevaremos siempre aquí adentro. Mi corazón conoce lo que llevaba el tuyo. 

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