15M - La sociedad de la información.


Vivimos en la sociedad de la información. Manejamos más datos, imágenes e información que cualquier otra forma de sociedad anterior a la nuestra. Lo cierto es que hay tanta información  disponible que uno se siente muchas veces sobrepasado por la velocidad con la que se suceden los acontecimientos. Estar bien informado para mí incluye leer las ediciones digitales de El País, El Mundo, Financial Times, Washington Post, The Economist, New York Times,  y alguna otra que ahora no tengo entre mi relación de favoritos.
 Intento escuchar numerosos programas de radio, aunque no siempre lo consigo. Me quedo sobre todo con Radio Clásica, De Radio Nacional de España. En la radio aparecen expertos en todo, hablando sin parar como cotorras, repitiendo los mensajes almacenados en sus lindas y lustrosas mollejas. Supongo que es lo que tiene vivir en un mundo referencial, un mundo que gira tan deprisa que no nos permite reposar las noticias, dónde muchas veces las averiguaciones sobre los hechos son insuficientes e incompletas, produciendo una especie de relativismo non sequitur. ¿Cómo prever si no la repercusión social de un hecho cualquiera? La ecuación mediática debe admitir el paso del tiempo.
Opino que la información no es formación. A modo de ilustración mecánica, ni siquiera concede una digna capacidad de análisis. De este empobrecimiento generalizado de los discursos políticos, puede deducirse que obrar desde el desconocimiento, por ejemplo, de las relaciones causales entre ideologías, nos hace vulnerables a todo tipo de perversiones de los fundamentos del debate, e incluso nos expone a estar sometidos a la tiranía de aquellos que no son capaces de forjarse primero un carácter, a base de reflexionar sobre convicciones anteriores que en algún momento parecieron sólidas.  
¿Cómo afrontar este reto de saber leer entre líneas sin haber entendido primero la Revolución Francesa, la Revolución Bolchevique, o el espíritu de la Declaración de Independencia? El desconocimiento, la falta de referencias culturales, empobrece el entendimiento, no nos permite deliberar a priori sobre cuestiones de enorme calado y aconseja mostrar rigurosa prudencia. Ser prudentes nos evitará aceptar grandes dosis de hipocresía, rehusando hacer afirmaciones tan rotundas sobre asuntos de enorme complejidad en unos pocos segundos, deshaciendo silogismos equivocados, deduciendo lógicamente el advenimiento de un nuevo paradigma.
Para impedir este tipo de excesos, nos hemos dotado de un paraguas que nos protege de las colosales falacias, de las inquebrantables réplicas del ignoramus. El sistema democrático garantiza el imperio de la legalidad vigente, nos hace iguales ante la ley y vela por observar y defender nuestras diferencias. Protege a las minorías del abuso de las mayorías y viceversa, eludiendo en la medida de lo posible aquel principio de summum ius summa iniuria. Debe pues mejor pronto que tarde, para el óptimo funcionamiento de nuestro sistema de libertades, sucumbir todo cuanto no resista el juicio ecuánime del entendimiento.
Creo que en la calle hoy, se piden demasiadas cosas. George Washington escribió: "Trabaja para mantener viva en tu pecho esa pequeña chispa de fuego celeste, la conciencia."

Comentarios

Entradas populares