God Save The Queen
Pensamientos liberales.
Pues los hombres comienzan y comenzaron siempre a filosofar movidos por la admiración; al principio, admirados ante los fenómenos sorprendentes más comunes; luego avanzando poco a poco y planteándose problemas mayores, como los cambios de la luna y los relativos al sol, las estrellas y a la generación del universo. Pero el que se plantea un problema o se admira, reconoce su ignorancia, por eso también el que ama los mitos es en cierto modo filósofo, pues el mito se compone de elementos que dejan estupefacto. De suerte que, si filosofaron para huir de la ignorancia, es claro que buscaban el saber en busca del conocimiento, y no por ninguna utilidad.
Aristóteles. Metafísica, 982, b.11-32.
Hume, por una parte, era un científico empirista y un filósofo afín al ideal estoico. Alababa la firmeza de carácter, la entereza, el valor, el arrojo para afrontar un llanto inconsolable. Pero al mismo tiempo, se dio cuenta muy pronto en la vida, de que con el mero estoicismo no se llega demasiado lejos. Si a caso al despropósito del orgullo, de malograr una vida pensando que se puede lidiar de manera favorable con el sufrimiento. En su evolución filosófica, Hume, recorre un paso más en la definición del ser y su búsqueda de la felicidad. Lo que era entereza en el estoico, es elegancia en el epicúreo. Lo que era voluntad, se convierte en maravilloso devenir. La humildad en el placer, el cálculo, la ternura y la inflexible previsión que se consuma casi siempre con un deleite sibarítico. Es también, el primer gran teórico económico que abandona el mercantilismo para informar una economía de conjuntos. Es, por tanto, el primer economista creativo.
Hume mantendrá una enorme ascendencia sobre la mayoría de sus discípulos durante la mayor parte de su vida. Destacados académicos como Ferguson, Hutcheson, Carmichael y, en gran medida, el padre del capitalismo moderno, A. Smith, le deben gran parte de su obra al genio escocés. En su finísima interpretación del Corpus Iuris Civilis romano, Hume analiza dos variantes para la explicación al texto jurídico por excelencia, que establece las bases del funcionamiento moderno de la cámara de representantes y escandaliza a sus contemporáneos. La absoluta ruina moral de los británicos, alcanzada en la lectura de la famosa zozobra de ideas de su coetáneo Rousseau, ejemplificada en su punto de máximo apogeo por sus coetáneos Sheppard y Tomlinson, en la defensa de los herreros asesinos de Inverness [ambos letrados consiguieron la hazaña de conmutar la mayor pena jamás impuesta a un reo en Escocia por su mala praxis], y la no menos catastrófica situación económica impuesta por los tributos arancelarios, la subida de impuestos indirectos y directos al comerciante y la persecución de la riqueza por parte de grupúsculos de agitadores puritanos y socialistas mesiánicos.
El derecho español, basado en el derecho romano, lleva tiempo impidiendo un referéndum vinculante en Cataluña por la independencia. El supremo británico, acaba de dictaminar que, el Brexit, es una consulta no vinculante. Las ventajas del derecho consuetudinario sobre cualquier otra regla escrita no observada si (consuetudo est servanda), han quedado diluidas tras la aprobación del resultado del referéndum. Ese principio de protección, que no es solo para las minorías entium varietates non temere esse minuendas, es la principal premisa de la democracia. A saber, proteger el derecho de la mayoría frente a la estupidez y la locura de unos cuantos sin importar su número. Porque el espíritu de la sentencia debía traducirse en un; hay que protegerse de los imbéciles a toda costa, cuando la realidad nos mostraba que los mismos imbéciles ya habían tomado asiento en el parlamento. Queda pendiente la interpretación que realice de ella el senado, una cámara mucho menos participativa y demoscópica, más honorable – si de honores puede hablarse aún en Inglaterra -, que puede convertirse en el último dique de contención para los delirios nacionalistas del bolcheviquismo campesino que pretende infectar nuestras grandes ciudades y capitales.
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