Un Carnaval de la hostia.
Un carnaval de la hostia.
La reciente polémica sobre la
actuación satírica de una Drag Queen en los carnavales de Las Palmas, tiene su
origen en una falta de costumbres y de tolerancia democrática. En la citada
gala, un participante escogió una temática pop para mezclar iconografía
cristiana kitsch con música de
Madonna y las habituales plataformas, tangas y purpurina propias de toda Drag
que se precie. Durante la actuación, ni existe ni se intuye una estrategia que
suponga ningún ataque a la iglesia como estamento ni a los católicos. De hecho,
es una sátira de la iconografía cristiana, no un ataque. Se satirizan los
iconos que han servido para oprimir durante siglos a mujeres (misoginia,
esclavitud, opresión), niños (esclavitud sexual, abusos a menores), y
homosexuales (con castigo de muerte por sodomitas, desnaturalizados, enfermos,
muertes por la soga y lapidaciones) presentándolos de manera desenfadada para
desposeerlos de las connotaciones negativas que de por sí conservan. Por
supuesto que se ridiculizan los muñecos de la fábula judeocristiana por horteras y desfasados.
Es lo menos que puede hacer un buen espectáculo satírico.
En cuanto a la gala en sí y las
posteriores quejas de los eclesiásticos, permítanme una breve reflexión. Creo
que un sacerdote no pinta nada en una gala Drag a no ser que le ponga ver los
culos depilados y los cuerpos andróginos de las lascivas maricármenes. Puedo estar seguro de afirmar, con la convicción de un
ciudadano culto y europeo, que los delitos de lesa majestad (delito sin víctima)
ya no existen, y que por lo tanto, cualquier intento de represión de un no
delito encierra, quizá, un deseo reprimido de participar. Deseos reprimidos que
luego se traducen en taras emocionales que pueden con frecuencia derivar en el
abuso a menores, en prácticas sadomasoquistas o cosas realmente graves,
demasiado graves quizá para compararse con una sátira realizada con mejor o
peor gusto sobre el escenario principal de nuestro carnaval.
Todo lo demás me parece que es
cogérsela con papel de fumar. Sabemos que el mártir es una figura muy cristiana
después exportada a otras religiones monoteístas. Le ha dado muchos réditos al
negocio. Represión, castigo, culpa, etcétera... Todo muy traumático y fácil de
monetizar. Estas creencias tan profundas y surgidas en la noche de los tiempos,
fueron escritas por gentes poco evolucionadas. Nos narran las historietas de un
tipo que hablaba con serpientes, caminaba por encima del agua y, - ojo a la
transgresión -, las dejaba preñadas solo con la mirada. ¡¡¡Ídolo!!! Si yo fuese
‘creyente’ (anacronismo para cualquier percepción científica) en ese dios y en
su hijo Jesucristo, cualquier otra performance artística me parecería una
insignificancia.
Sentirse ofendido no es un
argumento. Una ofensa no es una medida de nada. Cualquier imbécil puede
sentirse ofendido por cualquier cosa y no siempre ese enojo puede elevarse a
categoría de infamia, ni provoca automáticamente la solidaridad o restitución
moral del ofendido. Un ejemplo claro nos lo ofrece el derecho. Miles de
demandas son desestimadas en los tribunales por falta de causa u objeto de
delito. Esa es una de las principales ventajas del estado de derecho. Sobre el
papel, garantiza nuestros derechos y obligaciones, garantiza nuestras
libertades y nos protege de acusaciones o denuncias infundadas. La libertad
está cimentada sobre este frágil equilibrio. Entender la libertad de expresión
es la base de una buena convivencia.
Ps. La ignorancia es la peor forma
de arrogancia. A mí me ofende todos los días la inteligencia y aquí estoy.
Bastante calladito, sin levantar la voz ni exigir reparación a través de firmas.
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