Ella

La vi llorar sobre la cama, Su cuerpo desnudo entre las sábanas, Me pedía la frase más dulce, El gesto de amor certero. Eres tú, me decía, y le temblaba la voz de emoción. Sus ojos negros brillando en los míos. No me engañes, te lo ruego. No me rompas el corazón, mi vida. No me hagas daño. Después de ti no hay nada. Un llanto sincero. Me había enamorado de su cabeza, y luego de cada herida escrita bajo su pellejo. Jamás vi nada tan bello y tan exquisito al andar, mi ánimo se iba en admirarla de lejos. Después de confesarme vulnerable a sus encantos, después de la primera vez, del primer adiós, no lograba salir de mi asombro. Mi paladar extasiado en su pecho. Mi boca muda a la frondosidad de sus labios. Cómo medir el tiempo de una vida no vivida. Una persona que me quiere y exige respeto. Estoy de acuerdo con lo dispuesto en la ley antigua. Pagarlo con la experiencia de una muerte digna. Entre esas viñas encontraré mi sepulcro. Seré yo quien lo jure primero; tienes mi palabra. Responsable, nunca desprendido. Te amo como nunca he amado antes a nadie. Con un amor nuevo. Los mismos viejos valores, las mismas viejas palabras. Te pido que por favor hagas conmigo lo mismo. Que seas sincera, que no me rompas las ganas, las tablas, los suaves otoños llenos de besos.

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